viernes, 28 de diciembre de 2012

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El autor mira el texto desde adentro; el crítico lo ve a la distancia. Luego de que se monta el tinglado hay muy pocas cosas que se puedan hacer para cambiar los planes originales. El díscolo que reescribe lo que la memoria alocada remite, solo cuenta con el instante y este es efímero como la vida. Por eso la obra no es más que la lectura de los otros. Con ese semejante que nos relacionamos a la distancia. Los sentidos son como decía Gadamer, conjugaciones de distintos horizontes. No se puede escribir con la crítica; ella es un metarrelato. Lo cierto es que el crítico debe tener una formación que le ayude a diseñar los planos y a lanzar el hilo que Ariadna siguió en el laberinto de Teseo. Lo demás le pertenece al Minotauro.

Pero no debemos olvidar que Cervantes y su Alonso Quijano ejercieron la crítica. No es nada nuevo el asunto. Para mí, como creador, no hay crítica superior al texto. Al alejar al autor conocido del texto se logran visiones desde abajo que solo son pertinentes para el crítico cuando la obra salta las talanqueras de la cotidianidad y aparece como lo realizable del texto dentro de la tradición literaria. El autor tiene una relación más directa con los lectores, y conseguirlos, en un mundo en que se lee poco y superficialmente, es un inmenso regalo que la crítica no puede suplantar.

(Miguel Ángel Fornerín, escritor dominicano).

No es la misma persona la que escribe y la que publica. He tratado siempre de mantener una continuidad en la escritura sin estar pensando en cuándo voy a publicar un libro, en qué momento, con qué ritmo. No soy de aquellos que creen que tienen que estar siempre presentes, para no ser olvidado, como se dice. Al contrario, la idea de que un escritor pueda ser olvidado me parece bien: debe ser olvidado de vez en cuando así en todo caso luego se produce un reencuentro o un cambio. No me parece que la insistencia de la publicación deba ser el horizonte de un escritor. El horizonte debe ser tratar de darle al texto que se está escribiendo la mayor cantidad de tiempo para mejorarlo hasta donde se pueda. Lo que desde luego no garantiza nada.

(Ricardo Piglia, escritor argentino).

Lector y literatura

Un buen lector no es nada más literario. Hay muy buenos lectores de matemáticas, de física o de astrofísica, como la llaman hoy, o un traductor. Nada más piensa en la satisfacción del lector que puede estar a punto de lograr lo que él considera una traducción perfecta o conseguir, por fin, comprender una fórmula química. Cuando lo consigue, el efecto puede ser tan emocionante como la lectura de un poema o un cuento, es una emoción casi orgásmica de tan intensa, ¿o no?

(Felipe Garrido, escritor mexicano).

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