viernes, 28 de junio de 2013

Astrolabio / La literatura en la red


Eduardo Lalo: "Hace rato que sabemos hablar"
elnuevodia.com

Ana Teresa Toro / Con un llamado a que el Gobierno actual no pierda la oportunidad de fortalecer las instituciones culturales del estado y a que se comprenda de una vez que “la cultura de un País no es la cultura de un infante”, el escritor Eduardo Lalo agradeció la Resolución de Felicitación que el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) le otorgó -de manos de su directora ejecutiva Mercedes Gómez- por haberse convertido recientemente en el primer puertorriqueño en ganar el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2013. Esto, en el marco de la entrega de los Premios de Literatura 2012 del ICP, de la cual el autor fue el invitado especial.

“La palabra infante viene del latín infantis que significa el que no sabe hablar, y hace rato que nosotros sabemos hablar, nuestra literatura tiene una tradición”, enfatizó el autor, quien entregó junto a Gómez los premios a los galardonados.


“A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”. Así empieza el Tablero de Dirección que abre Rayuela, la obra que revolucionó la literatura en habla hispana con su publicación en nuestro país hace hoy medio siglo.

Conferencias, debates y lecturas del texto conmemoraron esta semana en Buenos Aires el aniversario de la obra más emblemática de Julio Cortázar, que inicialmente pensó en titularla Mandala. 

“Será una especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana”, escribía, a punto de terminar la novela, Cortázar a su representante y traductor, Paul Blackburn. 

Los libros sobre la crisis: ¿ha nacido un nuevo subgénero literario?
noticias.lainformacion.com

Carlos Díez / La proliferación de títulos y el creciente interés de los lectores hace que los libreros y editores empiecen a hablar de un nuevo subgénero literario, el de los libros sobre la crisis económica, sus causas y consecuencias y en el que también se incluyen algunas "recetas" para afrontarla lo mejor posible.

"Es el primer año que se nota claramente el interés de lectores no habituales de temas relacionados con la economía por este tipo de literatura, como lo demuestra el hecho de que entre los 10 libros más vendidos de no ficción haya 4 ó 5 sobre este asunto", ha asegurado a Efe en la Feria del Libro de Madrid Sergio Treviño, de la librería y editorial del Economista Ecobook.


Margara Averbach / En Personas como yo, su nuevo libro, el escritor estadounidense John Irving cuenta en primera persona la historia de un bisexual y construye una novela política sobre la identidad sexual.

Como decía Borges, todo escritor tiende a volver una y otra vez a ciertas historias básicas, una o dos a lo sumo. John Irving no es la excepción.

Aquí está nuevamente su relato básico: la importancia de la herencia y el reencuentro con un padre desconocido o perdido. Como en toda su literatura, las historias de este libro son complejas, con muchos personajes, barrocas en cuanto a la trama y la voz narradora las relata en un tono que camina siempre en el borde difícil entre lo cómico y lo terrible. Sin embargo, Personas como yo tiene algo profundamente nuevo en Irving: es una novela política. Escrita en el momento en que se discute el matrimonio igualitario en los Estados Unidos, se desarrolla en Vermont, estado que lo aprobó hace ya tiempo, y cuenta la historia de un bisexual entre mediados del siglo XX y el presente, con puntos clave como la famosa “salida del armario” y el terrible surgimiento del sida, casi al final.


Berta Lucía Estrada / En las leyendas europeas las ninfas, o divinidades femeninas, dependiendo del lugar donde vivan, tienen varios nombres: Ninfas de los Bosques: Dríadas, Ninfas de los Montes: Oréades, Ninfas de las Fuentes: Náyades, Ninfas de los Lagos: Ondinas, Ninfas del Aire: Sílfides. Ninfas del fuego: Salamandras. Pueden destruir, pero también pueden crear, una vez terminado su período terrestre. Pueden transformarse en: Farrallis, Aspiretes y Ra-Arus. Las ninfas son los espíritus de la naturaleza y cada una de ellas tiene una apariencia diferente. Su origen se remonta a la mitología griega, con las Nereidas, Hijas de Nereo. Hesíodo se refiere a ellas de una forma altamente poética:

“Ninfas de Nereo, las de hermosos rostros, castas, llenas de salud, que gustáis de las aguas profundas y seguís los caminos húmedos, y siendo ochenta vírgenes, os regocijáis en la superficie de las aguas”.( [1] Himnos Órficos. Hesíodo. Prometeo, Sociedad Editorial, Valencia. Pág. 163).


Gabriela Bustelo / “Occidente se hunde”, sentencian los agoreros. No sabemos si será cierto o si, inmersos como estamos en la hecatombe occidental, ya somos incapaces de reaccionar. En todo caso, un triste síntoma de la descomposición de nuestra civilización es el ocaso de la amistad. El individualismo, el ansia de éxito personal y la corrección política han convertido la amistad en un coleccionismo patológico de números de teléfono y direcciones de email. ¡¡¡¡A ver si nos vemos!!!!, tecleamos histéricamente sin la menor intención de ver al destinatario, que a su vez responde con otra interjección frenética, igualmente vacante. Diríase que a mayor cantidad de signos admirativos, menor será la admiración y, huelga decirlo, el cariño. En ningún período de la Humanidad se enviaron tantos mensajes por segundo, pero tampoco fue nunca tanta la información irrelevante. Cuando alguno de estos mensajes se concreta por fin en un encuentro cara a cara, el episodio suele consistir en un intercambio acelerado de tópicos y medias verdades que finaliza con brusquedad cuando uno de los interlocutores asegura que debe marcharse.


Pilar Salas Durán / Literatura y alcohol han formado una pareja, en ocasiones imperfecta, a lo largo de la historia. Charles Baudelaire decía encontrar la inspiración en el "hada verde" (absenta), Truman Capote no escondió su adicción al alcohol y definió su profesión como "un largo paseo entre copas" y Ernest Hemingway degustó y escribió sobre las bebidas espirituosas sin descanso.

Bajo la convicción de que el alcohol potencia la creatividad porque desinhibe la mente, han sido muchos los escritores que han recurrido a la bebida en busca de la inspiración que le negaban otras musas.


Pablo Monteagudo / Fue, qué duda cabe, uno de los grandes autores de ciencia-ficción y terror de la literatura estadounidense, celebrado tanto por Ray Bradbury como por Stephen King, que siempre lo consideró su mayor influencia. Y Hollywood tampoco hubiera sido el mismo si Richard Matheson –fallecido a los 87 años en su residencia de California el domingo pasado, según una información que su propia familia difundió tardíamente por Facebook– no hubiera puesto a disposición del cine y la televisión su imaginación, tan prolífica como desbordante. 

Basta mencionar las distintas versiones (oficiales y oficiosas) de su novela fundante Soy leyenda, la adaptación que él mismo hizo para el cine de otra de sus grandes novelas, El increíble hombre menguante, o el modélico guión de Reto a muerte (1971), con el que debutó en el largometraje Steven Spielberg, para tener una idea del impacto que provocaron las creaciones de Matheson en la cultura popular de posguerra. Eso sin mencionar a algunos de los mejores episodios de la mítica serie de TV La dimensión desconocida, que son de su autoría.


Para Oswaldo Zavala (Ciudad Juárez, 1975), profesor en la Universidad Pública de Nueva York, y coeditor junto con Viviane Mahieux del libro Tierras de nadie. El norte en la narrativa mexicana contemporánea, el término de "literatura del norte" es "una etiqueta comercial sin un significado real".

En entrevista con Notimex, explicó que el libro es volumen crítico que reúne 10 ensayos de jóvenes analistas literarios convocados por Viviane y él, tras advertir que existe hoy un debate, muy improductivo, en torno a la llamada literatura del norte, "etiqueta que no es más que una estrategia editorial vacía de significado real, diseñada para vender libros".


Álvaro Matus / Como todo parte por el lenguaje, no resulta exagerado afirmar que una de las mayores crisis por las que atraviesa la universidad remite a su escasa capacidad para comunicar el pensamiento que produce. Sobre todo en las humanidades se ha impuesto un habla acartonada y solemne, entendible sólo por los iniciados, carente de todo lo que habitualmente se comprende por buena escritura: el uso de imágenes nítidas, la presencia de anécdotas iluminadoras, el espacio para las digresiones, la conexión de los conceptos con experiencias reconocibles.

Los profesores de estética, historia, filosofía y literatura se solazan con la jerga teórica de moda. ¡Cuánta falta hace un Ortega y Gasset! “La claridad es la cortesía del filósofo”, decía el ensayista español, para quien el trabajo intelectual tenía que ser capaz de interpelar, aguijonear y también seducir al lector sin recurrir jamás al lenguaje abstruso.

El alma de los libros
cultura.elpais.com

Leila Guerriero / A veces está allí desde el principio y, entonces, funciona como una guía, como un faro en la niebla, como un antídoto contra la oscuridad. Pero eso es a veces, sólo a veces.

A veces llega al final, como una epifanía o una calamidad, reclamando el derecho de bautismo, bajando al reino para decir he aquí el nombre con que mentarás tu obra: he aquí el nombre de lo que has escrito. Pero eso es a veces. Sólo a veces. Porque en el camino de un libro hacia su título —perfecto o no— suelen intervenir la inspiración propia y las ocurrencias de los amigos, las sugerencias de los colegas y las frases oídas al pasar, la conversación con una novia y la contemplación extática de la biblioteca, todo eso durante un periodo —más o menos agónico— en el que todo puede ser un título en potencia —una marca, el eslogan de una fábrica de sillas— hasta que un día ese magma caótico se ordena y el escritor despierta a un mundo en el que, al fin, su obra comparte, con las demás criaturas de la tierra, eso que todas tienen: un nombre.

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