viernes, 31 de mayo de 2013

Astrolabio / La literatura en la red



Freud y la literatura
elpais.com

Patricia de Souza / Tal vez exista un punto de encuentro, un puente entre la literatura y el psicoanálisis, una genealogía que no ha sido reconocida públicamente (sobre todo el método, hay que “narrarse” durante la cura), y que sin embargo está implícita en la simbología del psicoanálisis. A lo mejor también la literatura como el psicoanálisis se encuentran en pleno retroceso frente a las teorías “cientistas, positivistas, concretas”. Lo que hasta ahora hemos llamado “inconsciente” han sido las marcas, heridas, “traumas” que muchas veces impiden vivir aunque no sea imposible darles la espalda y seguir viviendo como si nada, Nabokov nunca ocultó su fobia hacia el psicoanálisis, él veía en la escritura una forma de verdad irrevocable, concreta, completa.

Mapa total de Blas de Otero
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Juan José Lanz / Si hay un poeta a la altura de los mejores autores de la generación del 27 en la literatura española de posguerra, ése es sin duda Blas de Otero (Bilbao, 1916-Majadahonda, Madrid, 1979). Fue Dámaso Alonso quien, en 1952 y con la vista puesta tan sólo en sus dos primeros libros, aseguró que la capacidad idiomática de Otero era comparable “a las de un García Lorca y de algunos otros poetas de mi propia generación”. Incluso alguien tan reticente al halago como Jaime Gil de Biedma reconocía ante la lectura de Pido la paz y la palabra (1955): “Otero es un poeta de recetario, como todos. Lo malo de los poetas de postguerra es que se les conoce el recetario enseguida […].

revistaenie.clarin.com

Horacio Bilbao / Mientras cuenta detalles de su nuevo libro, un trabajo autobiográfico que saldrá a la venta en agosto, Piglia responde sobre las colecciones que dirige y las que quisiera dirigir, sobre su tarea de divulgador (o canonizador) y sobre el auge del policial. Además, celebra el trabajo de las editoriales chicas frente al avance de los grupos concentrados.

Esta entrevista fue hecha en el vértigo de la Feria del libro, de un modo exprés, al paso, como la mayoría de los encuentros que ocurren en ese espacio infernal. Ricardo Piglia llegaba a La Rural casi corriendo, y en los pocos minutos que restaban para su presentación, se sentó a charlar con nosotros, Revista Ñ, para luego sí rumbear hacia su acto, enfocado en la Serie del Recienvenido la colección que él mismo dirige y que publica Fondo de Cultura Económica (FCE). Sus títulos, entre otros Nanina (Germán García), Minga! (Jorge di Paola) o El mal menor (C. E. Feiling) hablan por sí solos, pero Piglia los respalda con su autoridad. 


Félix de Azúa / Hablamos como podemos y sobre todo como nos enseñan en casa, si acaso tenemos casa. El aprendizaje suele ser suelto y zoológico, pura imitación. Otra cosa es lo que escribimos. La lengua de la literatura apenas tiene relación con la lengua que se habla, es el resultado de una técnica esforzada y compleja, así que no parece raro que vaya desapareciendo, sustituida por una prosa que se arrastra por la tierra como las lombrices, pero con menos gracia. Escribir literariamente es una tarea extenuante y hermosa. Los literatos actuales tienden, razonablemente, a una escritura masificada.

Twain y el determinismo
eldiadecordoba.es

Manuel Gregorio González / Dos libros de Twain coinciden en la mesa de novedades: El elefante blanco robado y otros cuentos, editado por Barataria, y La tragedia de Wilson Cabezahueca, que publica Cátedra en sus Letras Universales. El primero es una breve y estupenda colección de relatos que hacen burla de un género a la moda en la segunda mitad del XIX: la novela de detectives. El segundo es una tragicomedia, de cierta ambición moral, donde se refutan los argumentos del esclavismo norteamericano. Ambas obras son piezas de un humor irreprochable y descollante; si bien nos centraremos en esta última, La tragedia de Wilson Cabezahueca, por la naturaleza de los temas que concita; temas de evidente modernidad y de los que haría abundante uso la literatura fantástica y policial. 


Como todos los niños a los que se pregunta qué quieren ser de mayores y dicen alguna profesión que les emociona, yo a edad temprana recuerdo que soñaba y me decía a mí mismo y a los demás que de mayor quería leer y sólo leer, dedicarme a leer. No recuerdo a ningún mayor que se interesase por mis ilusiones, me miraban con distancia y seguían la conversación con quien tuviesen al lado. Las lecturas que formaban parte de mis estudios o que llevaba a cabo por mi cuenta fueron mostrándome la importancia del lector para los escritores, lo que estaba más allá de mis sueños infantiles. Recuerdo, por ejemplo, que el Arcipreste de Hita dejó escrito del lector que haría un buen o un mal uso de lo escrito según el nivel de su cordura, seso y ventura. Que Anónimo, si se prefiere anónimo..., autor de El Lazarillo, al lector dio el título de "Vuestra Merced": "Pues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a mí laman Lázaro de Tormes."

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