sábado, 19 de enero de 2013

Astrolabio / La literatura en la red


Un siglo de vanguardia con Huidobro
elpais.com

Winston Manrique Sabogal / “Leía un libro lleno de jugo de lirios,/ De gotas de sangre,”, así empieza el poema El libro del silencio de Vicente Huidobro, uno de los primeros poetas latinoamericanos que se abrió paso en la jungla literaria del aún nuevo siglo XX con palabras, versos y formas vanguardistas que innovaron la poesía en español. Y puso a Chile en el mapa de la literatura universal. Nacido en Santiago de Chile en 1893 y muerto en la Cartagena de su país en 1948, Huidobro fue uno de los pioneros del creacionismo. Aunque hace su debut en 1911 con Ecos del alma, es hace un siglo, en 1913, con tan solo 20 años, cuando se revela como una voz renovadora y singular en el libro La gruta del silencio, del que forma parte el poema que abre este artículo, aunque su fama y popularidad se inmortalizarían en 1931 con Altazor.


Silvana Boschi / Además del éxito de ventas, la trilogía Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, ya desató en el Reino Unido el fenómeno de los clubes de lectura erótica y produjo un efecto contagioso: en la librería “The Bökship” de Londres los lectores se reúnen para compartir un capítulo del libro de Philip Hensher, King of the Badgers , que habla del “dogging”, una práctica que consiste en encuentros sexuales en lugares públicos.

Pero como de la mano del éxito llega la polémica, ya son muchas las voces que se alzan contra la trilogía de James. Básicamente señalan que sólo se trata de una novela rosa con toques de sadomasoquismo light, que la literatura erótica en serio es otra cosa y que ya se inventó hace mucho tiempo.

Lo cierto es que mientras unos compran y otros critican, hay pocas cosas nuevas en este debate. Ya en 1941 la escritora francesa Anaïs Nin (foto) había hablado de ese toque que puede convertir un relato con escenas de sexo en una obra de arte. 


Alejandro Fontenla / La reciente escalada del conflicto en Medio Oriente, una larga y cruenta disputa que se mantiene desde la Guerra de l967, tras la cual el ejército israelí ocupó sucesivamente territorios árabes en las fronteras con Siria, Egipto y Cisjordania, además del repudio que se experimenta ante cada nuevo hecho bélico y sus trágicas consecuencias, me llevó a repensar el papel que juegan los escritores consagrados, cuyas palabras tienen resonancia pública, ante hechos como este.

El Premio Jerusalén, otorgado cada dos años desde 1963, honra la obra de un escritor, pero fundamentalmente su postura frente a las circunstancias históricas que le toca vivir. Lo merecieron Arthur Miller, Simone de Beauvoir, Octavio Paz, Susan Sontag y Graham Greene, entre otros. Una de las últimas entregas de este premio, el más importante y cosmopolita de Europa, otorgado al escritor japonés Haruki Murakami en febrero de 2009, estuvo rodeada de polémica. En esos días el ejército israelí bombardeaba la población indefensa de Gaza, y grupos fundamentalistas amenazaron al escritor con un boicot a sus libros, en caso de que éste aceptara el galardón.


Federico Andahazi / La literatura erótica no es un fenómeno nuevo. Hace más de quince años, cuando se publicó mi primera novela, “El anatomista”, circulaba con insistencia la misma pregunta: “¿A qué se debe el auge de la temática erótica?”.

La lista de viejos y nuevos libros con connotaciones sexuales es interminable y el debate surge cíclicamente, como si se tratara siempre de una novedad. Ocurre que la sexualidad es parte inescindible de la literatura. El primero en advertirlo fue Sigmund Freud, quien sostenía que toda obra literaria se originaba en un impulso sexual que, por obra de un proceso inconsciente de sublimación, desviaba su curso y se transformaba en una obra de arte. La masificación del psicoanálisis hizo que muchos resortes inconscientes de pronto salieran a la luz.


Considerado uno de los más grandes e influyentes escritores del siglo XX, el irlandés James Joyce, quien murió el 13 de enero de 1941, trascendió en las letras por el lenguaje moderno y la estructura fluida que impregnó en cada una de sus obras, como en Ulises.

Originario de Dublín, capital de la República de Irlanda, Joyce nació el 2 de febrero de 1882, en el seno de una familia con graves problemas financieros, aunado a ello, su padre era alcohólico. 

Su infancia y adolescencia la vivió en un internado jesuita de Belverde, debido al gran arraigo religioso de su familia. Posteriormente, se matriculó en la Universidad Nacional de Dublín, institución en la que aprendió varios idiomas y en la cual tuvo su primer acercamiento con las letras.


Fundamentalmente innovadora. La novela Rayuela, del escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984), que este año festeja medio siglo de vida, rompió con el tabú de la sexualidad, demostró la fuerza del humor, reconstruyó la forma laberíntica del deseo e implicó como ninguna al lector.

Es una historia que renovó la magia de París, al hacerla converger con el realismo mágico latinoamericano. Junto al río Sena y en los cafés de los intrincados callejones, el protagonista perseguía a La Maga, esa mujer enigmática, misteriosa, huidiza, que ha marcado a varias generaciones de amantes.


La revolución cubana en Nuestra América fue inspiración en muchos campos, entre ellos el auge de la literatura latinoamericana. Ésta nunca había sido tan rica en producción como en publicación. Nacía el boom.

Julio Cortázar se refiere al tema en una entrevista para la TV mexicana en 1983, editada de manera especial para esta ocasión.

-¿Podemos hablar de una literatura latinoamericana?

-Nuestras literaturas habían sido sobre todo literaturas de imitación. Los grandes modelos románticos permearon la obra como María de José Marmol (Argentina) y tantas otras. A partir de los años 50, para fijar una fecha aproximativa, se empieza a escribir sin rechazar los ejemplos o influencias europeas, porque no se trata de eso pero, centrando la atención en el contorno, en lo latinoamericano y, en ese momento las respuestas son diferentes pero todas convergen hacia eso. Lo que podríamos llamar la respuesta de Asturias (Miguel Angel Asturias, México), la respuesta de Carpentier (Alejo Carpentier, Cuba). Luego, ya más cerca de nosotros la respuesta de Vargas LLosa (Perú/España), y la de García Márquez (Colombia).


Ángel Velázquez Callejas / Para mí, existe una literatura de baja calidad circulando por las librerías y bibliotecas del mundo. Muy pocos son los libros que me gustaría reseñar escritos por autores que residen fuera y dentro de Cuba. ¿Por qué?

En la sección IV, denominada “Literatura”, del libro Gurdjieff, Louis Pauwels, el creador del realismo fantástico, dice que a finales de 1950 Francia poseía una literatura que ejercía, en sentido general, un peso como materia del "conformismo". El calificativo de "conformista" respondía según Pauwels a que los autores no sacrificaban la literatura "a la búsqueda y la formulación de un método de conocimiento del hombre interior (como lo habían hecho, por ejemplo, Joyce, Proust, Faulkner o Samuel Beckett)".


Paco Audije / «Porque escribo bien», dijo el tipo con satisfacción. Era media tarde y yo estaba en el legendario Café Comercial (de Madrid), leyendo un par de periódicos (de papel, claro). Me llegaba la conversación de la mesa de al lado. Eran dos chicas jóvenes y tres mozos. El joven satisfecho, según aclaró, acababa de encontrar trabajo (a la pieza o por contrato verdadero, no sé). Su tarea: asumir la personalidad de una cantante conocida (pude saber quién) en Facebook y Twitter. Es decir, lo que antes –no sé si ahora también- se llamaba en el mundo literario «un negro»; es decir, quien escribe en la sombra para otro que es quien firma y asume públicamente el texto. Una vez, en un debate de literatos, oí a Antonio de Senillosa reconocer que tenía un negro; pero añadió: «Aunque el mío, al menos, escribe bien».

Pero en ningún momento el tuiteador (o tuiteante) pronunció ese término. Reiteró a sus amigos, eso sí, que le ofrecían el trabajo por ser «experto en redes sociales y buen escritor». No es poco, en los tiempos que corren, cuando las llamadas redes sociales (electrónicas, informáticas) se prestan también –y puede que más que nunca- al empleo en la sombra. Así que hoy se puede sobrevivir bien como ghostwriter (en inglés, escritor fantasma), es decir como «negro» de alguien. Dicen que el término en español viene del siglo XIX y del idioma francés; porque quien firmaba era un négrier (el mismo término que para el traficante de esclavos) y quien trabajaba el texto un nègre (término despectivo que describía a los esclavos). 


Fernando Díaz de Quijano / La crítica sitúa a Patricio Pron como uno de los autores más señalados de la nueva narrativa latinoamericana, aunque para él la etiqueta no significa mucho, porque simplifica una realidad enormemente compleja, dice. Con varios premios en su haber, como el Jaén de Novela (2008), Pron destila habilidad tanto para las distancias largas como para el relato corto. Hoy vuelve con un nuevo volumen de historias breves reunidas bajo el título La vida interior de las plantas de interior (Mondadori). 


Roberto Cariaga / Empezó a fines de los 70 en España y hace 15 años el novelista argentino Marcelo Cohen consiguió su mayor logro en la traducción: reunió a 40 escritores hispanoamericanos y los puso a traducir al español toda la obra de William Shakespeare. Quiso que Roberto Bolaño estuviera entre ellos, pero el autor de 2666 no pudo. Jaime Collyer, Germán Carrasco y Kurt Folch, entre otros chilenos, trabajaron para Shakespeare por escritores, que editorial Norma publicó el año 2002.


Nicolás Rueda / Puede sonar un poco raro, pero si lo pensamos con calma no es una pregunta tan fácil de descartar. Todos los que hemos utilizado Twitter alguna vez hemos dado vuelta sobre cómo hacer caber una idea en 140 caracteres y que sea comprensible. A veces no es tan fácil, y llega hasta el punto en que uno identifica un buen tuitero de uno no muy bueno.

Un canal de YouTube, llamado pbsideachannel, planteó la pregunta de si se puede pensar a la plataforma de microblogueo como un lugar donde se comparte un tipo especial de literatura: una tuiteratura. Y argumentó que al igual que todas las formas de arte, los tuits también son creados con una serie de parámetros específicos.

Apología de la literatura breve
revistaenie.clarin.com

Ariel Idez / Unos días atrás Ignacio Molina, un joven cuentista argentino, comentaba en Facebook que había soñado la sanción de una ley que prohibía los finales sorpresivos en los cuentos. Lo más perturbador del sueño era la dislocación temporal de esa ley punitiva, que llegaba para prohibir lo que ya nadie hacía, acaso con la paradójica intención de alimentar esa costumbre perimida inyectándole el sabor de lo prohibido y paraestatal (lo que, a fin de cuentas, sería un final sorpresivo para el relato del sueño). ¿Por qué los cuentos ya no apelan a los finales sorpresivos? ¿Se gastó el truco de tanto ejecutarlo?


Yani Monzón / A inicios de este año, ojeando con ligereza el periódico Granma --única forma que he encontrado de leerlo--, leí una noticia realmente estimulante y desde ese momento estuve esperando con ansias a que Ediciones Unión sacara a la palestra pública la obra de Virgilio Piñera. 

Hasta que no tuve en mis manos los ejemplares de La carne de René; Presiones y diamantes; Cuentos completos, y toda la colección publicada bajo la edición del centenario, no pude creerlo.

Ya estaba cansada de registrar en libros viejos, en libreros ajenos y hasta en la basura, para tratar de conseguirlos. Era casi una leyenda para la nueva generación los títulos de este autor. Lo polémico de su lectura hizo que fuera prohibido antes y después del 59; lo que siempre me resultó intrigante. Alguien que logre contrariar a dos regímenes diferentes (al menos ideológicamente hablando), no se encuentra todos los días.

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